Carlitos es un niño al que le encanta jugar al fútbol con sus amigos. Siempre estaba viviendo grandes aventuras de un lado a otro y, cuando no sacaba la bicicleta para hacer una nueva excursión, era porque ese día había elegido los patines en línea.
Sin embargo, cuando tenía 10 años descubrió la tecnología. Al principio solo usaba Internet para ver vídeos de sus ídolos de fútbol y saltos con bicicleta, pero con el tiempo, cada vez lo usaba más.
Al cabo de un año sus padres le regalaron un móvil y en el colegio siempre le regañaba por no prestar atención a la profesora y las tardes las pasaba encerrado en casa jugando al Fortnite.
Poco a poco fue perdiendo amigos. Incluso, su aspecto, que siempre había sido atlético, cambió.
Sus padres le pedían que saliera a la calle a jugar y que hacer deporte y ver a sus amigos era muy importante. Pero no hacía caso.
Sin embargo, un apagón en toda la ciudad fue la vuelta a la realidad de Carlitos. Al principio se enfadó mucho, pero según pasaban las horas recordó la euforia de marcar un gol o las risas que compartía con sus amigos.
Fue entonces cuando escuchó una voz que venía de la cocina. No la reconocía muy bien, pero pensó que sería de su madre. Y al pensar en ella, entendió que había pasado tantas horas frente al ordenador que ya no reconocía ni la voz de su madre. Eso sí que le puso muy triste.
Desde entonces solo dedicó un rato corto al día a jugar con videojuegos, porque ahora para Carlitos era más importante ir al parque de la mano de su mamá.